Mauricio Gil

Amo, luego no existo. Última y definitiva refutación del principio cartesiano (cogito, ergo sum), ideada por un filósofo anónimo cochabambino de principios del siglo XXI. Se considera una contra-intuición basada en la dolorosa experiencia de disolución del propio yo en casos de amor desaforado. El marxismo interpreta el fenómeno en un sentido no metafísico, como una forma de la alineación, aquella por la cual se pierde uno a sí mismo por efectos de la dominación mágica de un(a) dios(a) mortal. En este sentido, se trata de un fenómeno no privativo del capitalismo.
Fin de la historia. Se puede interpretar en el sentido performativo de “se acabó nena, ya no va más” (cf. J.L Austin, How to Do Things with Words). Fukuyama, en cambio, usa la expresión para sugerir, no el fin de los tiempos, sino el postulado político de que no hay mejor forma de gobierno que la democracia liberal. (La especie ya habría experimentado todo lo que se puede experimentar, y de ello podría concluir qué es lo mejor y qué lo peor; cualquier alternativa “nueva” a la democracia liberal sería en realidad un retroceso, cualquier nuevo experimento, una repetición). Esta manera de entender el fin de la historia es hegeliana; antihegeliana, en cambio, es la de J.-F. Lyotard, para quien la “nena” sería la modernidad.
Fusible. Definición contemporánea del artista (cf. Charly García, “Correte Beethoven”). El artista se quema haciendo experiencias extremas que los otros miembros de la sociedad no podrían soportar. Con ello permite al resto acceder a las corrientes extremas de la vida de manera indirecta. La sociedad, no obstante, suele portarse mal agradecida o indiferente. Ignora que sin artistas mal podría sobrevivir en un mundo de altas tensiones.
Modus Tollens. Regla de inferencia que establece que “si p entonces q, y no q, entonces no p”. La célebre frase de Dostoievski, “Si Dios no existe, todo está permitido”, esconde un impecable Modus Tollens. Si cínica y valerosamente se sostiene que todo está permitido, de ello no se infiere nada. Si con sabiduría práctica, en cambio, se admite que no todo está permitido, entonces, luminosa, esperanzadoramente, se infiere que Dios sí existe.
Monada. Con acento ortográfico en la tercera sílaba (mónada), utilizó Leibniz el término para referirse a las unidades sustanciales del mundo (de carácter mental o espiritual, inextensas, capaces de percepción y deseo, autosuficientes). En sentido más profundo y verificable (sin tilde), es cada una de las gracias de la nena de tus sueños que te provoca la certeza de que la vida tiene algún sentido o, al menos, de que merece la pena ser vivida.
Paja mental. Elucubración de razonamientos sublimes para uso solamente personal. Suele estar asociada a una concepción mezquina del conocimiento (mi saber lo reservo para mí) o a ciertos problemas de comunicación (incapacidad de ser claro o quedarse callado). Puede ser deliberada o involuntaria, pero en ambos casos igualmente inútil.
Platonizar. Renunciar, por x o z, a la cópula y resignarse a los placeres del diálogo puramente intelectual. El verbo fue inventado por Borges, aunque con seguridad se usó antes. La definición se infiere de lo que dijo su amigo Bioy Casares: que “la cópula es el más apasionado de los diálogos”. En sentido corriente se utiliza para referir la acción de intuir las ideas platónicas. Lo que no se sabe es si esto último tiene que ver o no con lo primero. Las escuelas filosóficas divergen a causa de ello. Platón sostuvo en algunos diálogos que lo primero (renunciar a la cópula) es conditio sine qua non de lo segundo (intuir las ideas). Algunos neoplatónicos cochabambinos, en cambio, afirman lo contrario, esto es, que lo primero anula la posibilidad de lo segundo. No se debe confundir con “amor platónico”, que, aparte de ser un sustantivo y no un verbo, sólo significa el amor inalcanzable o, peor aún, el amor sin deseo.
Preferiría tu sonrisa a toda la verdad. Versión pop-rock (Fito Paez) de un antiguo principio de la filosofía vitalista. En su forma trivial es común entre enamorados de vocación filosófica débil o nula.
Vanidad. Error no sólo ético sino estético (o sea, es fea la vanidad, o al menos chinchosa). Se instala con facilidad sobre todo en la literatura –como si el vehículo de la vanidad (que no suele ir a pie) fuese eminentemente la palabra. Según Borges, en efecto, la vanidad es el principal defecto de la literatura actual. Extrañamente, los escritores y artistas varones-heterosexuales son más vanidosos que las reinas de belleza o las modelos top. Éstas, salvo algún defecto neuronal grave, intuyen que su belleza es transitoria; aquellos, en cambio, piensan que su genio es inmortal. Esto no vale para las escritoras y artistas mujeres u homosexuales que, quién sabe por qué, rara vez incurren en este error estético y moral. No debe confundirse con soberbia (cf. Jaime Saenz, Vidas y muertes).
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