31 marzo 2008

AtaralaratA nº 2, mayo 2004

Ceratia hembra
Jean Rostand

Los días y las noches de Joaquín Sabina
Fernando Mayorga

A través del espejo
Daniel Samper Pizano

Los palíndromos de Turi
Eduardo Torrico

"Un occidental desesperado es como un personaje de Dostoievsky con cuenta en el banco"
Conversación con E.M. Cioran

El estilo literario y las prácticas profanas de los postmodernistas
H.C.F. Mansilla

El aleph erótico
Ramón Rocha Monroy

Fragmentos de un diccionario de filosofía en clave escéptica
Mauricio Gil

En lo profundo de mi corazón
Boris Vian

Bestiario de amor

Ceratia hembra

Jean Rostand


El caso del pez ceratia —una especie de rape— es tal vez el más aberrante de todos. Unas quince o veinte veces más pequeño que la hembra (que mide cerca de un metro de largo), el joven macho ceratia se fija en los flancos o en la frente de ella, la muerde, y esta mordedura va a decidir su porvenir. En adelante, como si hubiera caído en una trampa, jamás podrá desprenderse de su compañera, sus labios se habrán soldado, injertado en la carne ajena. No se podrá separar de ella, a no ser que arranque sus tejidos fusionados. Su boca, sus maxilares, sus dientes, su tubo digestivo, sus agallas, sus aletas y hasta su corazón van experimentando una degeneración progresiva. Reducido a una existencia parasitaria, no tardará en ser más que una especie de testículo disfrazado de pez diminuto, cuyo funcionamiento incluso será regido por el estado hormonal de la hembra, quien se comunica con él a través de los vasos sanguíneos.
Una hembra ceratia puede llevar encima hasta tres o cuatro de estos machos pigmeos.
Los palíndromos de Turi

Eduardo Torrico




SE VA LO SÉ, VIVES O LA VES


a Ely
soñá soledad, acaso sacada de los años




sonríe reír, ríe reírnos


A LA MODA, DÓMALA



NI A CABALLO FOLLABA CAÍN


si a más,
a dos...
eso das...
amáis


SÉ VIVO
SÉ OTRO
CORTO ESO
VIVES



sé viva
sé otra
¿harto esa
vives?




a Eduardo Mitre
OS REVERTIMOS ESO, MITRE: VERSO





a Coco Mayorga
SÍ, ERA YO. RÍE.
ACÁ ERA PESSOA
Y YA OS SEPARÉ
A CAEIRO Y A REIS




a Emile
¿ALÓ... ZOLA?
¿OYÓ SU CASO?
LOS ACUSO YO
¿ALÓ...ZOLA?



ES AL CAER COMO CREA CLASE



a Julio Cortázar
A CORTÁZAR, AL ARTE,
LA NUEVA LLAVE:
UNA LETRA LA RAZA TROCA



EVO NO VE,
LEYÓ DE LA COCA COLA,
LOCA COCA LE DOY,
EL EVO NO VE




yo soy amor,
enero: mayo soy
Fragmentos de un diccionario de filosofía en clave escéptica

Mauricio Gil


Amo, luego no existo. Última y definitiva refutación del principio cartesiano (cogito, ergo sum), ideada por un filósofo anónimo cochabambino de principios del siglo XXI. Se considera una contra-intuición basada en la dolorosa experiencia de disolución del propio yo en casos de amor desaforado. El marxismo interpreta el fenómeno en un sentido no metafísico, como una forma de la alineación, aquella por la cual se pierde uno a sí mismo por efectos de la dominación mágica de un(a) dios(a) mortal. En este sentido, se trata de un fenómeno no privativo del capitalismo.

Fin de la historia. Se puede interpretar en el sentido performativo de “se acabó nena, ya no va más” (cf. J.L Austin, How to Do Things with Words). Fukuyama, en cambio, usa la expresión para sugerir, no el fin de los tiempos, sino el postulado político de que no hay mejor forma de gobierno que la democracia liberal. (La especie ya habría experimentado todo lo que se puede experimentar, y de ello podría concluir qué es lo mejor y qué lo peor; cualquier alternativa “nueva” a la democracia liberal sería en realidad un retroceso, cualquier nuevo experimento, una repetición). Esta manera de entender el fin de la historia es hegeliana; antihegeliana, en cambio, es la de J.-F. Lyotard, para quien la “nena” sería la modernidad.

Fusible. Definición contemporánea del artista (cf. Charly García, “Correte Beethoven”). El artista se quema haciendo experiencias extremas que los otros miembros de la sociedad no podrían soportar. Con ello permite al resto acceder a las corrientes extremas de la vida de manera indirecta. La sociedad, no obstante, suele portarse mal agradecida o indiferente. Ignora que sin artistas mal podría sobrevivir en un mundo de altas tensiones.

Modus Tollens. Regla de inferencia que establece que “si p entonces q, y no q, entonces no p”. La célebre frase de Dostoievski, “Si Dios no existe, todo está permitido”, esconde un impecable Modus Tollens. Si cínica y valerosamente se sostiene que todo está permitido, de ello no se infiere nada. Si con sabiduría práctica, en cambio, se admite que no todo está permitido, entonces, luminosa, esperanzadoramente, se infiere que Dios sí existe.

Monada. Con acento ortográfico en la tercera sílaba (mónada), utilizó Leibniz el término para referirse a las unidades sustanciales del mundo (de carácter mental o espiritual, inextensas, capaces de percepción y deseo, autosuficientes). En sentido más profundo y verificable (sin tilde), es cada una de las gracias de la nena de tus sueños que te provoca la certeza de que la vida tiene algún sentido o, al menos, de que merece la pena ser vivida.

Paja mental. Elucubración de razonamientos sublimes para uso solamente personal. Suele estar asociada a una concepción mezquina del conocimiento (mi saber lo reservo para mí) o a ciertos problemas de comunicación (incapacidad de ser claro o quedarse callado). Puede ser deliberada o involuntaria, pero en ambos casos igualmente inútil.

Platonizar. Renunciar, por x o z, a la cópula y resignarse a los placeres del diálogo puramente intelectual. El verbo fue inventado por Borges, aunque con seguridad se usó antes. La definición se infiere de lo que dijo su amigo Bioy Casares: que “la cópula es el más apasionado de los diálogos”. En sentido corriente se utiliza para referir la acción de intuir las ideas platónicas. Lo que no se sabe es si esto último tiene que ver o no con lo primero. Las escuelas filosóficas divergen a causa de ello. Platón sostuvo en algunos diálogos que lo primero (renunciar a la cópula) es conditio sine qua non de lo segundo (intuir las ideas). Algunos neoplatónicos cochabambinos, en cambio, afirman lo contrario, esto es, que lo primero anula la posibilidad de lo segundo. No se debe confundir con “amor platónico”, que, aparte de ser un sustantivo y no un verbo, sólo significa el amor inalcanzable o, peor aún, el amor sin deseo.

Preferiría tu sonrisa a toda la verdad. Versión pop-rock (Fito Paez) de un antiguo principio de la filosofía vitalista. En su forma trivial es común entre enamorados de vocación filosófica débil o nula.

Vanidad. Error no sólo ético sino estético (o sea, es fea la vanidad, o al menos chinchosa). Se instala con facilidad sobre todo en la literatura –como si el vehículo de la vanidad (que no suele ir a pie) fuese eminentemente la palabra. Según Borges, en efecto, la vanidad es el principal defecto de la literatura actual. Extrañamente, los escritores y artistas varones-heterosexuales son más vanidosos que las reinas de belleza o las modelos top. Éstas, salvo algún defecto neuronal grave, intuyen que su belleza es transitoria; aquellos, en cambio, piensan que su genio es inmortal. Esto no vale para las escritoras y artistas mujeres u homosexuales que, quién sabe por qué, rara vez incurren en este error estético y moral. No debe confundirse con soberbia (cf. Jaime Saenz, Vidas y muertes).
Los días y las noches de Joaquín Sabina

Fernando Mayorga


Por culpa de los medios de comunicación y su desviacionismo mercantilista, por culpa de los “diyéi” que nos azotan con su mal gusto, por los “klásicos” y la moda, por culpa de los trufis que nos apabullan con sus neocumbias, por culpa de Julio Iglesias y su prole o de Ricardo Arjona y su labia, que han provocado un mal casi irremediable en la estética de la canción romántica. Por culpa de ellos, obras y autores que merecen estar en todas las mentes y en todos los corazones aparecen como actos y seres marginales en el gusto y la vida de las gentes. Tal ocurre con Joaquín Sabina, ese trovador español que agita tormentas en el alma, que atormenta corazones, que ilumina el lado oscuro de la luna solamente para hacernos dar cuenta que la miseria humana convive con el sentimiento, que el amor no es una entelequia ni una etiqueta, que es dicha efímera y es lucha cotidiana; que en el juego de la vida perder es moneda corriente y que tal vez por eso vale el desafío de enfrentar su desabrido reto. Así, sin contemplaciones, Joaquín Sabina juega con la soledad y la melancolía en dosis precisas y capaces de convertir en veneno la fruta prohibida, aquello que los mortales buscamos como elixir de la felicidad. Felicidad, palabra vana, en la boca de Sabina es, también, búsqueda incesante de una meta que se convierte en polvo cuando es alcanzada por nuestras manos.

Este flaco y esperpéntico español que en el juego de espejismos y malabarismos que es la existencia —búsqueda de identidad y de exacta comunión con los otros—, es capaz de preferir al “pirata cojo con cara de malo, con parche en el ojo, con pata de palo” entre todos los truhanes de la noche y sus sombras. Este bohemio fumatérico que cuando busca su amor perdido en el mismo bar de la esquina del otro verano y sólo encuentra una sucursal bancaria se queda cantando “y nos dieron las diez y las once y las doce y la una y las dos y las tres...” como nostalgia de lo que nunca ocurrió. Este trovador que vive en la Calle Melancolía y siempre pierde el tranvía que conduce al barrio de la Alegría. Este ñato que farrea con la Chavela Vargas y le canta como nadie le cantó mientras se recogían una noche por el Boulevard de los Sueños Rotos. Este hermano que le dice a Joan Manuel Serrat que es su hermano, a los policías que son unos “pinches cabrones”, a Pinochet que es un ancianito desalmado y a los mexicanos que su país le atormenta.

Este tipo se me apareció una noche —me acuerdo, era el primer viernes del mes de febrero de hacen ya cuatro años y no tenía k´oa para ceremoniar el acontecimiento— entrando y saliendo a la pista de un teatro en la ciudad de México, vestido de negro, como siempre, y disfrazado de mimo, como nunca. Se apareció en un escenario con pinta de estación local de tren —remedando la estación de Atocha, su preferida, aquella del fatídico 11-M en Madrid y que tanto nos duele— y con un ángel con traza de moneda rota esperando en el andén, a presentar, entre otras cosas, aquel que es uno de sus mejores discos: 19 días y 500 noches. Desde entonces, no he dejado de canturrearlo, porque cantar yo, ni madres.

¿Cuál es el secreto de Joaquín Sabina? Quizá manejar diversos registros musicales y combinar variados ritmos, sin perder su aire flamenco y su apego al rock-and-roll. De ahí su homenaje a los Rolling Stones y su Satisfaction cuando termina de alabar a la Magdalena como “la más señora de todas las putas y la más puta de todas las señoras” porque se fue con el hijo del señor y ni siquiera le cobró. O será tal vez su fortaleza para aferrarse a una época dorada que existe sólo en su talante y le hace decir que a sus “cuarenta y diez” ni piensa en morirse, al punto de precisar que “el traje de madera que estrenaré no está ni siquiera plantado”. O cuando alcanza contornos celebratorios y desdichados —de intensidad análoga— al avisarnos que se encontró con un amigo que la vio “donde habita el olvido”, a la que se fue un amanecer sin decir “llámame un día”, mientras él se lamenta por “no saber decir: te necesito”.

Donde Habita el Olvido, allí nos manda Sabina, a escuchar sus canciones y a entonar sus letras. En compañía, siempre, de la melancolía, ese sentimiento que inunda el bolero, que presagia el tango y que bordea el pañuelo de la cueca. Por suerte, para nosotros, termina ese disco con una invocación a la subversión, con un presagio de que es posible vivir sin la mentira ni la cobardía, pero tampoco en el ensueño ni la utopía. Es la vida, pues, un presagio, un deseo, un cumpleaños que no termina. Como dice la canción con aire mexicano que tiene el nombre estrambótico e irónico de “Noche de bodas”.

Cada vez que escucho una vieja canción de Sabina y una nueva pieza de Joaquín me invade la desazón y el arrebato en proporciones parecidas. Ambos —desazón y arrebato— afectan directo al corazón, tal vez por eso espero vanamente que alguna vez le ponga música y verso a un Manual Para Vivir Sin el Corazón Partido que da vueltas en mis labios cuando la luna se oculta detrás de las nubes. “Peor para el sol”, diría este oníricoclasta, vendedor de desilusiones, hermano del alma, demonio sin sombra que se oculta en un agujerito, allí donde nuestras almas comparten locuras y aflicciones en igual medida que él combina(ba) alcohol y poesía cuando de cantar se trata.